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Desde la estatura de una feminista real, que ha caminado durante décadas, siempre a contracorriente de la misoginia de los sistemas políticos nacional y poblano y, especialmente, contra el ácido estilo macho del priato, la regidora Silvia Guillermina Tanús Osorio exhibió a la alcaldesa capitalina, casi con licencia, Claudia Rivera Vivanco, como una simuladora que lucra con el movimiento de defensa de las mujeres.
“A puñaladas iguales, llorar es cobardía”, es el dicho popular con el que, en seis palabras, Tanús sepultó la falsedad de Claudia.
“Nos quedó usted a deber, cerró usted puertas para las mujeres, qué lástima… Tuvo usted la dorada oportunidad que perdió”, le dijo en la sesión de Cabildo en la que se aprobó la licencia por 67 días a Rivera Vivanco, para ir a una elección que, en el papel y ahora, pinta para una demoledora derrota.
Y lo dice Tanús, una mujer que en cada responsabilidad que se ha presentado ha dado contundentes resultados. Hoy, como regidora, apenas hace unos años, como diputada a la LIX Legislatura local y coordinadora del Grupo Legislativo de su partido.
Lo que dice la mujer de cuna humilde, por todo ello tiene un valor descomunal.
Si algo tiene Vivanco hija de dignidad, las palabras de Tanús le debieron calar muy hondo, porque la regidora ha exhibido con maestría lo que muchos ojos vemos: Claudia es una simuladora, que lucra con el movimiento feminista, que sirve a una ambición de grupo y que no tiene en su horizonte el servicio público a la ciudad de Puebla y a los poblanos.
Con la licencia que, atendiendo a las proyecciones, puede ser tan definitiva como para ya solamente regresar a la entrega-recepción de la alcaldía a Eduardo Rivera Pérez, la alcaldesa Claudia cierra un ciclo que en la historia de Puebla quedará manchado por su ineficacia y porque pareciera haber dejado constancia de que los políticos “no tradicionales” no son, en realidad, una buena opción.
Lo hizo mal, por todos y para todos los que, desde genuinas trincheras, aspiran a la representación popular.
Respecto del género femenino, Claudia lo deja peor todavía. De ello habló también Tanús: “será la ciudadanía quien les dé la razón a ustedes o a nosotros (en la cita con las urnas del 6 de junio). Acá no porque yo grite más fuerte y le ponga más enjundia, y que diga que ¡hay que romper paradigmas y hasta que la austeridad se vuelva costumbre! Me van a creer”.
“Le reitero -agregó Silvia Tanús, en una participación que será referente por muchos años-, como persona, le deseo mucha salud, mucha felicidad. Como política: a puñaladas iguales, llorar es cobardía. Y como mujer, nos quedó a deber. A las viejas, como yo, que nos hemos roto el alma tratando de que las mujeres ocupen posiciones de dirección, de administración y de toma de decisiones en la vida política”, le sentenció.
La dignidad no es costumbre y no se ha hecho costumbre en Claudia y su equipo, por eso luego borraron de las ligas la participación de Silvia Tanús y de toda la sesión de Cabildo. Miedo e indignidad.
Pero el mensaje de Silvia Tanús no debiera ser solamente escuchado, asumido con vergüenza y dejar honda huella en las vivanquistas, sino también en algunas priístas.
Las reinas del fitness, que por ascendencia materna buscan llegar al Cabildo; la consorte que, sin méritos ni carrera, también reclama un lugar en la planilla. Para ellas el mensaje de Silvia Tanús tiene también lecciones.
Que la dignidad viva, prevalezca, se honre y que las mujeres como Tanús se hagan costumbre en la arena pública.